12ª Muestra de Cine de Lavapiés

Cuando pensamos en la emigración europea a los Estados Unidos, la imagen que nos viene a la mente es una fila ordenada, una cacofonía de lenguas, familias sentadas entre maletas y hatillos, una entrada legal en el país. Gentes que huían de la miseria y de la guerra, pero que tenían algo que vender para pagar el pasaje; historias sin duda de miseria e indignidad, que los descendientes de aquellas odiseas han plasmado en muchas películas, clásicas y contemporáneas.

Pero otras historias se han quedado sin contar. Durante los años de la hambruna irlandesa, de la crisis de la patata, desde la isla se emigraba de otra manera, embarcándose en barcos de la muerte, la mayoría de los cuales terminaban naufragando en las costas de Massachusetts. Entre 1847 y 1853, al menos que se sepa, sesenta barcos naufragaron mientras trataban de atravesar el Atlántico.

“El bergantín St. John, de Galway, Irlanda, atestado de emigrantes, naufragó el domingo por la mañana. Hoy martes por la mañana aún rompía el mar violentamente contra las rocas. Había dieciocho o veinte cajas grandes, en una loma verde, a pocos pasos del agua, rodeadas por una muchedumbre. Allí se habían recogido los cadáveres que se habían podido recuperar, veintisiete o veintiocho en total. Algunos claveteaban apresuradamente las tapas, otros se llevaban las cajas y otros levantaban las tapas aún sueltas y miraban bajo las telas, pues cada cuerpo, con los harapos que aún conservara, estaba cubierto apenas por una sábana blanca. No vi señales de dolor, sino una sobria eficacia que aún impresionaba más. Un hombre trataba de identificar un determinado cuerpo y un enterrador o carpintero le preguntaba a otro en qué caja había metido a un niño en concreto.”
(H. D. Thoreau, Cape Cod)


No podemos decir ahora que no lo sabemos, que las historias no se cuentan. Se cuenta, se calcula, que entre 2000 y 2015 han fallecido 27.000 personas en el Mediterráneo. Y hay otros mares, otros continentes, con otros barcos a la deriva. En la obsesión por la inmediatez informativa, los datos y las historias también naufragan, quedan sepultados por las candidaturas de confluencia y las peleas entre tertulianos.

Cuatro días antes del mayor naufragio de este año en el Mediterráneo, donde se estima que 700 personas perdieron la vida, una película vino a rescatarnos: Io sto con la sposa. Un documental que habla de la rabia, de la impotencia ante tanta frontera, y de la rabiosa alegre desobediencia como única respuesta. Y el resto de las películas cristalizaron a su alrededor.

Nuestro lema, como sabéis, versa sobre barrios y mundos y mundos y barrios, y si son muchos o uno, quedándonos en aquel entrañable lema de “piensa global, actúa local”, mientras todos nosotros transitamos por el medio. Entre los concretísimos barrios, configuraciones emocionales al margen de las divisiones oficiales, y los sutilísimos mundos, interiores unos, difusos otros, permeables e invasivos, hay un sinfín de fronteras naturales, nacionales, estatales, burocráticas. Y de la naturaleza de los cuerpos depende la facilidad o imposibilidad de franquearlas.

A nuestro alrededor pululan hidratos de carbono en constante expansión, manifestaciones de hologramas comunicándose con el ruido blanco, flujos de datos atravesando las aguas internacionales patria de nadie, IPs alocadas lanzando constantes llamadas esperando respuestas con urgencia, jóvenes viajando en trenes que los llevan al averno, luchas de clase en trenes en un loop eterno, barcos a la deriva, barcos fantasmas de hace siglos comerciando con vidas humanas, abuelitas viajando en scooters preguntando el porque de la catástrofe, autobuses que te devuelven lentamente a casa, un tráfico loco que va rebotando cual bola de pinball, llevando consigo su mundo, haciendo barrio allí donde llega.

 

Agradecimientos

La Muestra quiere agradecer a todas las personas que han colaborado para que esto pueda realizarse: a Rosana Moral por sus carteles, a Pepa Comendeiro y Laura Bustos por ayudarnos con el diseño gráfico de la Muestra; a Calipso Films por imaginar y hacer realidad la cortinilla; a xsto.info por alojar nuestra web; a Diagonal, a la Asamblea Popular de Lavapiés por cuidarnos, a Javi por dejar su ordenador para que conspiremos; a Calambres (¡en serio!) por cedernos la luz para las proyecciones en la calle y al Ateneo Cooperativo Nosaltres por dejarnos un montón de sillas. Al Festival de Cine del Ocejón (Alvaro Pardo) por ayudarnos con la programación y a la Red de Cine Grande en Pequeño, que solo nos da alegrías. A Blanca por ofrecer su hermosa casa para que duerman y descansen las visitas. A la Cooperativa Integral Mbolo Moy Dole por organizarnos la fiesta de inauguración. A Lo Pachangueros, Les Inspecteurs, Jorge Ares, Kike Suárez y la Desbandada por regalarnos un cartel de lujo para el concierto de clausura.

A las empresas e instituciones que gratuitamente nos han cedido sus películas para que podamos exhibirlas: Golem (Óscar García), Karma Films (Jesús Hidalgo), Wanda Films (Emilio Oliete), A Contracorriente Films (Eduardo Escudero), Noucinemart (Carles y Loles), Caramel Films (Bárbara Merino), Good Films (Iván Barredo), Gina Films (Sara Bicchierini), Fresdeval Films (Jaime Rosales), Faction Films (Christian Falch), Minimal Films (Sebastián Alfie), Irusoin (Iñaki Gómez), Cooperativa Panda de Morosos (Isaki Lacuesta); a quienes nos han cedido sus películas y/o vendrán a presentarlas y charlas sobre ellas: Gabriele del Grande (a Elisabetta Ciuccarelli, del Institut Europeu de la Mediterrània por ayudarnos a que llegue hasta Madrid y a Pippo Moreschi por traducir sus palabras), Antonio Girón, Asor (por organizar el debate sobre Colombia), Raúl de la Morena, Antonio Centeno, Kani (y Elena por traducir a lengua de signos), Josep Albiol, Álvaro Merino, Javier Cardenete, Pablo Rogero, Rafa Portela y quienes se pasen a última hora sin avisar.

A quienes distribuyen sus películas con licencias libres y a quienes nos las han enviado a nuestra convocatoria. A todas las personas que durante la Muestra arriman con entusiasmo hombros y sillas, echan cables y arrastran carros y carretas para que lo que decimos en este programa se haga realidad. A quienes osadamente nos prestan furgos para que no nos deslomemos: Jorge, Juanito, Miguel. A todas las asambleas, colectivos y personas que acogen y cuidan las proyecciones en sus espacios y locales y a todos esos otros locales cercanos en los que nos gustaría también proyectar pero no nos da la vida, que con su entusiasmo y saber regalan calor, cultura y rabia a las gentes del barrio. Y a quienes con vuestra presencia nos confirmais que esta locura merece la pena.